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Santa Pola 1990

El tiempo, más bien el paso de él, es un continuo, cómo el campo, cómo el territorio físico. Es nuestra mente quien pone unas lineas al tiempo -cómo los imperios trazan las fronteras políticas al territorio físico - que delimitan, pasados los años, las épocas de nuestra vida. La frontera entre la infancia y la adolescencia está marcada en mi recuerdo por el veraneo de 1990. Aquel año fuimos de vacaciones a Santa Pola con mis tíos y mis primos. Sin saberlo, era la última vez que iba de vacaciones con mis padres, ya que poco después se separarían. Durante la primera quincena de agosto -recuerdo bien que durante aquellos días la televisión habló de la invasión de Kuwait por Sadam Husein- disfrutamos de las vacaciones de un españolito normal: apartamento, playa, paseo, chiringuito... Únicamente dos sucesos que, afortunadamente quedaron en anécdota, fueron los que hicieron distintas esas vacaciones.  La primera fue la visita a la isla de Nueva Tabarca, obligada para todo visitante de Sa...

La eternidad

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  No sé cómo empezar a escribir... será porque tiene algo que ver con la eternidad, y eso no tiene principio ni fin. O porque su ausencia todavía es algo físico, y todavía notamos que está con nosotros, aunque sospecho -y deseo- que siempre lo estará.   Lo está en el nombre de mi hijo, y recuerdo, emocionado, cómo me dijo a solas, a las horas de nacer, lo contento que estaba de que llevara su nombre, Claudio. Lo está en todo lo que nos contaba, en sus dichos, en su buen humor para todo y para todos, y en su constante preocupación para que nada faltara a la gente que quería. Lo está en la escalera de mi casa, subiendo, tantas veces cargados, cuando nos mudamos, y como, siempre, después de aquello, decía que ya no sería capaz de volver a hacer una mudanza... y en la escalera de mi casa, bajando, cuando transportamos una televisión que pesaba cómo ninguna otra cosa en el mundo, y casi rodamos escaleras abajo con ella.   Sobre todo está en el campo, celebrando e...

El nombre de las Calles

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En estos días pasados de un confinamiento que todavía no se ha ido del todo, la reposada nocturna en el sofá tras la cena, con pocas ganas de leer, me sugería viajar en mi mente por todos los viajes que hemos hecho. El miedo – a tantas cosas – me hacía pensar en que, tal y como se está poniendo el mundo, quizá no pudiera viajar más y, para calmar el terror, comenzaba un paseo por las calles de mi memoria con un nombre que, más allá de la belleza del lugar, se me ha quedado grabado, por curioso o bonito. El paseo comienza en mi ciudad, Córdoba, por un barrio del casco histórico, San Agustín, muy alejado y olvidado por las rutas turísticas, preñado de patios de una belleza singular. Se suceden las calles de las Nieves Viejas, Matarratones, Pozo de dos bocas, y termina por el sugerente nombre de Plaza del huerto hundido. Sigo por Sevilla, y sin dejar de nombrar la acertada y preciosa esquina que en el barrio de Santa Cruz une los nombres de Agua y Vida, me detengo en la calle de la ...

Aute

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Esta mañana en Radio Nacional, en la voz de Carles Mesa y Pancho Varona, he sabido de la muerte de Luis Eduardo Aute. No exagero si digo que con él, se va la letra de gran parte de mi memoria sentimental.  No voy a pararme a decir lo grande que ha sido como poeta y cantautor, hoy lo dice la prensa en estos días de aires envenenados, y sus canciones lo dirán siempre. Yo le daré las gracias siempre por ponerle la letra a muchos de mis momentos personales más hondos. Recuerdo escuchar 'Siglo Xxi' camino de Talavera, en el coche de mi tío Miguel, teniendo trece años, en un momento que suponía un cambio trascendental en mi vida. Aun escucho 'animal' y su letra esdrújula me recuerda mi adolescencia. Sobre todo, recuerdo el concierto en el Gran Teatro de enero de 2003, agarrado a la mano de Rocío mientras sus afiladas letras nos cortaban el espíritu. Yo, melómano, reconozco que los conciertos de Aute han sido una experiencia más allá de un mero compendio de cancio...

Mi vecino Antonio

La última tarde de nuestras vacaciones gaditanas recibí la llamada de mi madre para decirme que había muerto nuestro vecino Antonio. Antonio es, todavía me cuesta decir ‘era’, un vecino de los de antes. Él y Conchi, su mujer, han sido algo más que las personas que viven en la puerta de enfrente. Siempre dispuestos a hacer cualquier favor, independientemente del día o la hora que fuera – aún recuerdo la noche en que murió mi tío Juan –, la relación con ellos dura desde el día que mi madre y yo vinimos a vivir a Córdoba. Cordobés militante en todos los sentidos, cuando yo fui algo más mayor, fuimos compañeros de abono en la plaza de toros y de la Orquesta de Córdoba en el Gran Teatro, permitiéndome hablar con él de muchas cosas, y sobre todo, de disfrutar de sus narraciones sobre una Córdoba que ya no existía. Recuerdo a menudo una, que se refería al impacto que produjo la muerte de Manolete en Córdoba. Antonio me contaba que la mañana del 29 de agosto de 1947 su padre le mandó a...

Adiós Calderón

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En unos días, se jugará el último partido oficial en el Vicente Calderón. Conste, antes de seguir escribiendo, que soy madridista, cada vez un poco menos. Quizá porque eche en falta ese romanticismo, nunca triunfalista, que tienen los atléticos. Mi amigo Andrés siempre me echa en cara que sea madridista. Dice que me pega ser del Atleti, por mi forma de ser, por mi forma de hablar de Madrid, por el Manzanares... Lo peor es que muchas veces creo que lleva toda la razón. Para la memoria de Madrid, el Calderón, aparte de su vida atlética, es el santuario donde actuaron los Rolling, en plena movida madrileña, un concierto mítico bajo una tormenta. O Michael Jackson y Bruce Springsteen a finales de los ochenta, situando Madrid como una parada más en las giras de las grandes estrellas. Casi nada.... Para mi memoria sentimental futbolera, el Calderón es el lugar en el que vi por primera vez un partido oficial -nos llevó el director del colegio, un canario colchonero-. Y donde tra...

Un día memorable

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Una vez, ojeando un resumen sobre mi idolatrada American Beauty , leí que la película terminaba narrando "un día memorable" en la vida del protagonista. Tan memorable, que es el día en que se lo cargan y empieza a narrar su vida desde un más allá que le da una perspectiva de inusitada belleza. El caso es que, olvidando la película, la expresión "un día memorable" me gustó mucho y quedó alojada en mi cabeza.   Hace unos días descubrí, positivamente, qué es un día memorable, un día que te cambia la vida y desde el cual empiezas a mirarla desde una óptica que no podías imaginar el día anterior. Fue el día que nació mi hijo. Sobre las diez de la lluviosa y tormentosa noche del sábado estábamos  montando en el coche de un taxista al que le dije que llevábamos a una parturienta, cosa que provocó que llegáramos al hospital en cosa de segundos. Ingresada Rocío y rodeados de horribles artefactos hospitalarios, vino toda una noche y una mañana de espera ant...