Mi vecino Antonio
La última tarde de nuestras vacaciones gaditanas recibí la llamada de mi madre para decirme que había muerto nuestro vecino Antonio. Antonio es, todavía me cuesta decir ‘era’, un vecino de los de antes. Él y Conchi, su mujer, han sido algo más que las personas que viven en la puerta de enfrente. Siempre dispuestos a hacer cualquier favor, independientemente del día o la hora que fuera – aún recuerdo la noche en que murió mi tío Juan –, la relación con ellos dura desde el día que mi madre y yo vinimos a vivir a Córdoba. Cordobés militante en todos los sentidos, cuando yo fui algo más mayor, fuimos compañeros de abono en la plaza de toros y de la Orquesta de Córdoba en el Gran Teatro, permitiéndome hablar con él de muchas cosas, y sobre todo, de disfrutar de sus narraciones sobre una Córdoba que ya no existía. Recuerdo a menudo una, que se refería al impacto que produjo la muerte de Manolete en Córdoba. Antonio me contaba que la mañana del 29 de agosto de 1947 su padre le mandó a...