Álvaro
Esta mañana nos hemos despedido de Álvaro. Era una mañana fría y muy ventosa, muy desapacible. En Córdoba, sus amigos y sus hermanos han invocado a Bach y, luego, mientras le acompañábamos y entrábamos en el silencio del cementerio de Bujalance, Rafa ha cogido su trombón y ha tocado when the saints go marching in... Una metáfora perfecta de eso a dónde no llegan las palabras para expresar lo que se siente, y una forma inmejorable de despedirse de Álvaro. Cómo a él le hubiera gustado.
Porque Álvaro era pura Música, cualquiera que lo hubiera escuchado tocar una nota lo sabía. No estaba claro dónde empezaba el cello y donde estaba él. Lo que sí era cierto era dónde estaba la Música: dentro del mismo lugar dónde le resonaban las notas, cerca del corazón enorme que tenía para todos.
Es tarea inútil hablar del músico y de la persona... Quien tuvo la fortuna de escuchar al músico y tratar a la persona lo sabe...
Una noche de septiembre de 1997 en Madrid, en esa época en la que empieza el frío y que en Madrid llaman otoño velazquez, compartíamos habitación él, su hermano Chiqui y yo. Amaneciendo, el frío era ya notable y un ruido me despertó. Era Álvaro, había sacado unas mantas, con las que nos arropó, sabiéndonos dormidos... No se me ocurre mejor recuerdo para describirlo.
Descansa en paz.
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